domingo, 6 de julio de 2008

Instantánea de un día de lluvia

El cielo es atacado por un pintor furioso que lo tiñe todo con tonos oscuros y añade manchas grisáceas por doquier. Los árboles advierten lo que se avecina y encogen sus hojas como bebés medrosos e indefensos. Éstos avisan a las hormigas y a los saltamontes, que se ocultan en sus escondrijos subterráneos. Los transeúntes están demasiado ocupados pensando en los problemas de la vida cotidiana y otras banalidades para percatarse de lo que está a punto de suceder. Las manchas grisáceas se entristecen, todo el mundo tiene días malos; incluso las nubes. El resultado es una panorámica lúgubre y quejumbrosa. El pintor furioso corona la hecatombe visual con unas enormes lágrimas que se desprenden de las manchas grisáceas e inundan la ciudad. Entonces las personas que hace un momento paseaban despreocupadas ahora buscan cobijo en cualquier porche o portal que encuentren a su paso. Aquéllos que viven en un frenetismo constante ni si quiera disponen de tiempo para prestar atención a una insignificante gota derramada sobre su rostro y siguen andando con ritmo acelerado como si nada hubiera pasado. Otros, más precavidos, desenfundan sus paraguas sin alarmarse. Algunos niños que juegan en el parque sonríen y abren la boca intentando absorber la mayor cantidad posible del líquido que cae del cielo, muchos de ellos cantan a lo Gene Kelly aunque todavía sean demasiado inocentes para saber de la existencia de una película llamada Cantando bajo la lluvia. Los jóvenes enamorados se exhiben abrazados, pegados el uno al otro en mitad de la calle embriagados por el romanticismo que provocan sus labios húmedos y sus cabellos mojados.

Mientras tanto tú solamente eres un mero espectador. Escuchas el sonido de las gotas al chocar contra el suelo, un sonido imperceptible para los demás pero tangible y elegante para ti. Te gusta que esas insignificantes partículas se expandan en el cristal de tu ventana y contemplar como forman entre ellas sobrios cuadros puntillistas. Sé que miras al cielo con nostalgia y que guardarías en un tarrito el perfume que salpica tus fosas nasales en ese mismo instante. Un aroma que te transporta a reminiscencias de momentos felices, que casi consigues olvidar si no hubiera sido por ese olor característico. Lo sé, sé que te gustan tanto como a mí los días de lluvia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah, acertaste. A mí me encanta ver llover. Las gotas son elegantes, y hacen brillar las calles oscuras. Muy buena instantánea que añadir al fotograma de tu blog.

Un abrazo,
Javi.

horabaixa dijo...

Hola Alba,

Precioso relato. Ves los dias de lluvia de una manera particular y un poco parecido a como lo veo yo.

A veces, al mirar el cielo, imagino que es un lienzo o una acuarela.