domingo, 14 de septiembre de 2008

Lapso

El tiempo pasa ladino y silencioso. No espera a pasos lentos ni alcanza zancadas largas, simplemente se escurre cadenciosamente. A veces lo sientes frenético y otras demasiado sereno. Lo pierdes y lo encuentras, como a un juguete olvidado. El tiempo nos aleja y en la distancia, nos une aunque nosotros no lo sepamos y por eso maldecimos las horas y los kilómetros que nos separan. Asusta cuando las manecillas del reloj no se detienen pero sería más terrible si cesaran su ritmo. Miras atrás y apenas ves nada. Intentas espiarnos por entre los resquicios de una ventana, desde el cristal de hoy con vistas hacia el mañana pero ahora todo está borroso y te da miedo. El tiempo nos moja con una regadera y crecemos, unos echan flores, otros sólo hojas secas. Tú te haces cada vez más grande, se alargan tus raíces y el tallo se te vuelve más rígido, más maduro. Paradójicamente a mí me da vértigo, temo que un día crezcas tanto que ni siquiera puedas agacharte para mirarme. Aunque después de todo, creo que lo más aterrador es despojarse de ese miedo, miedo a perder el miedo y avanzar.

4 comentarios:

Mario Pina dijo...

Creo que el tiempo siempre nos ha llevado de cabeza a los dos. Creo que nos asusta por igual porque no sabemos qué será de nosotros y eso nos acongoja, aunque quizá nos asustaría más saberlo. Quién sabe en quiénes nos convertiremos.

Un abrazo, escritora.

horabaixa dijo...

Hola Alba,

El miedo no te deja avanzar ni ver.

No te lo quites de golpe. Pero no te lo quedes.

Bonito tu escrito

Un abrazo

Marinel dijo...

Alba querida, me dejas estupefacta con lo bien que escribes.No lo dejes nunca guapa.
El tiempo en la distancia se hace eterno,enormemente grande.Pero en realidad es el miedo el que se agranda pensando en el olvido...
Muy bueno.
Un beso.

Anónimo dijo...

El tiempo. Idea extraña. Nunca sabremos dónde está.