jueves, 23 de octubre de 2008

Un colibrí risueño

Un colibrí risueño sobrevolaba la palma de mi mano, yo, ilusa, la extendía creyendo que se posaría en ella. Le miraba fijamente, hipnotizada. Él agitaba sus alas frenéticamente y me hablaba con susurros inaudibles. Quería acariciar sus plumas doradas pero el colibrí no me dejaba. Aunque permaneciese en el mismo sitio, movía su minúsculo cuerpo a una velocidad imperceptible, si no fuera porque aún distinguía el pico, sus alas hubieran podido pasar por dos cuchillar afiladas. Poco a poco cada uno de mis músculos se fueron relajando hasta que tuvieron la consistencia de la gelatina, las piernas me flaqueaban y la sonrisa invadió un rostro cada vez más bobalicón. Me había cautivado.

Parpadeé involuntariamente, una de esas acciones que realiza nuestro cuerpo sin que nos demos cuenta, y cuando volví a abrir los ojos el colibrí había desaparecido. Seguí mi camino con una mueca infantil. Me sentía triste pero traté de ocultarlo porque solamente se trataba de un mero colibrí, un pájaro mudo y aun así más volátil que cualquier palabra. La gente se reiría de mí si me encontrase llorando por un colibrí, así pues, intenté borrar aquel capítulo efímero. Pero no pude. Llegué hasta un riachuelo y en la orilla lo encontré danzando. Su silueta metálica deslumbraba, me hacía daño en las corneas. Sin embargo, aun cuando se me derritiesen las retinas, seguí observándolo. Me acerqué y otra vez, perdonándole sin decir nada, le cedí mi mano. Rehuyó, dando vueltas a mi alrededor, atrapándome mientras se alejaba. Lo hizo lentamente, ahora sus alas eran de águila. Partía hacia el horizonte con la elegancia de un ave rapaz. Por mucho que enjugara mis lágrimas no dejaba de tener las mejillas húmedas. Lloraba porque yo no tenía alas. Cada vez lo veía más borroso y me convencía a mi misma de que ya era menos bello, casi un vencejo. No lo conseguí, por muy lejos que estuviese, seguiría siendo el colibrí risueño en el que pensaría constantemente. Entonces lo decidí, aprendería a volar.

2 comentarios:

Mario Pina dijo...

Se puede volar leyendo, y yo lo acabo de hacer.

Anónimo dijo...

Me he perdido en los vuelos de un colibrí...