sábado, 16 de mayo de 2009

Entierro nietzscheano

Excavó y excavó, pero por más que lo hizo no encontró llave alguna. No sólo no podía entrar en su propia casa, aquella llave era mucho más que eso. Esa pérdida u olvido, puede que la haya olvidado, le privaba también de las puertas del mundo. Un mundo que le habían arrebatado. Ahora estaba sola frente a la ciudad. Muerta, la ciudad ha muerto, permanece muerta y ella le dio muerte. La mató para vivir. Sin embargo, las cosas no son fáciles para un mortal, que se sabe mortal y procura sacar el máximo partido de su condición, en el reino de Hades. Nadie pasa y si alguien se pasea por los alrededores lo hace arrastrándose como un cadáver al que ya casi no le quedan huesos. La ciudad está muerta, pero ella sigue viva, y cuanto más crea, más destruye, cuanto más escribe, menos la leen. Aunque no lo hace a propósito, solamente juega como una niña, buscando la llave que no quiere encontrar.

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