viernes, 1 de mayo de 2009

Silencio

Han pasado casi diez minutos y nadie ha dicho nada. Lo mejor es que ni siquiera me he dado cuenta. El silencio se había apoderado incluso del café, la cuchara que movía haciendo círculos maquinalmente no producía ningún sonido al chocar con las paredes de la taza. En ese tipo de situaciones, normalmente escucho crujir mis párpados al pestañear, suelen chirriar como una puerta envejecida al cerrarse. Pero esta vez no se oía nada, ni el estruendoso pensamiento del que se sabe mudo. Se trataba, pues, de un mutismo acogedor, que nos arropaba y nos hablaba mediante infrasonidos. Por un momento, estuve tentada a quebrarlo, a romper esa magia y farfullar cualquier estupidez. Hay veces en las que se habla, aunque no se no se diga nada, con tal de evitar el silencio. En ocasiones es preferible evitar directamente los encuentros en los que se puedan producir esos silencios incómodos. Porque ya se sabe, tanto el que disgusta como el que gusta se delatan cuando callan. Sin embargo, la diferencia entre ellos es abismal, el odio se mide en gritos, pero el amor, siempre en silencios.

2 comentarios:

Mario Pina dijo...

Escribir es una buena forma de callar. Una dualidad extraña. Los tímidos escriben lo que nunca dirían y los que siempre dicen no escriben, pues ya lo dicen todo. Los que son capaces de callar casi 10 minutos mientras toman un café... esos... o son familia o están locos.

Un abrazo.

Marinel dijo...

El silencio puede ser sobrecogedor o un bálsamo para el espíritu.
O como en este caso que citas, una medida de amor, en la que el silencio es el dueño de los minutos amorosos...
Muy bonito, como siempre,Alba.
Besos.