domingo, 19 de febrero de 2012

Todos esos males

Dormir mal, porque se acostaba muy tarde y un vagabundo que tocaba el acordeón en la entrada de su edificio todos los días desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche y repetía una y otra vez unas notas desgatadas que producían algo similar a la canción Bésame mucho lo despertaba muy temprano; malcomer, porque se alimentaba a base de latas de atún y cafés infames con regusto a alcantarilla; caminar mal, porque nació con la pierna derecha ligeramente más larga que la izquierda y quedó condenado a pasearse como un cojo crónico; bailar mal, porque era consecuencia de su anomalía en las piernas y porque en cualquiera de los antros que frecuentaba movía su cuerpecillo como un gusano que intenta escapar de la suela de una zapatilla de la talla cuarenta y tres; ver mal, porque era miope, repudiaba las lentillas y hacía cuatro años que no se había cambiado los vidrios de sus gafas, a pesar de que su óptico le había anunciado un aumento de dioptrías; maldecir, porque así pasaba los ratos muertos mientras miraba por la ventana y se ensañaba con los transeúntes; leer mal, porque estudió el canon y se limpió el culo con él y abominó a los profesores que se lo enseñaron; todo esos males hacían que Conrad Desmond no solo escribiera bien, sino que escribiera incluso cuando no escribía.

viernes, 3 de febrero de 2012

Lo que sucede y lo que no

Mientras no escribía sucedió todo lo que no podría haber sucedido si hubiese estado escribiendo en ese momento. Sucedió todo lo que no quería que sucediese, porque precisamente debía suceder en la escritura. Ahora ya no sé, ya no sé qué rumbo tomará la historia. No estoy borracho, pero lo estuve mientras no escribía. Mientras no escribía ocurrieron muchas cosas. Mientras no escribía llegó, su llegada fue lo que ocurrió y con ella, la embriaguez. Mientras no escribía no pensaba para nada en escribir y olvidé el riesgo al que me enfrentaba si vivía, si dejaba de escribir, aunque solo fuera por unas horas. Ahora que escribo estoy solo, al lado de una botella vacía y una historia demasiado llena. Ha pasado demasiado y no se puede añadir nada más. Escribo sin escribir, porque he vivido todo lo que debía haber sucedido en la palabra y no en la carne.